Parece que hemos entrado en un tiempo marcado por las tomaduras de pelo entendidas como acciones, actuaciones o declaraciones que pretenden hacer creer lo que no es. Las hay de todas clases y se dan en todos los ambientes, pero no nos referimos a las que con frecuencia se dan en la vida cotidiana donde incluso tienen el perfil de una broma.

Estos días estamos asistiendo a una continuada serie de tomaduras de pelo. Van más allá de tomárselo a aquellos ciudadanos, que acuden a votar cuando hay comicios, con las declaraciones de determinados políticos -alguno ha pasado, al menos momentáneamente, a un plano más reducido, por decirlo de forma elegante- acerca de la formación de gobierno o de convocar nuevas elecciones. Las tomaduras de  pelo a que nos referimos tienen que ver con cosas como la que el otro día sucedía en el campo el Valencia C.F. y era protagonizada por media docena de jugadores del F.C. Barcelona cuando un energúmeno arrojó una botella de agua sobre ellos. Impactó en uno, pero los efectos fueron como si les hubiera alcanzado una bomba de racimo: todos los futbolistas -hombres jóvenes, en forma y fortachones- salieron rodando por el suelo. Las imágenes revelan la tomadura de pelo colectiva de los jugadores culés, que responderían a instrucciones bien asimiladas para casos como ese. No es algo propio de los azulgranas, ocurre cada vez que un futbolista es rozado y cae al suelo retorciéndose, como si hubiera sido fulminado por un rayo.

A tomadura de pelo suena la decisión adoptada por la Junta de Andalucía de rescindir contrato con empresas que adeuden dos nóminas a sus trabajadores. La tomadura de pelo no está ahí -la decisión es para aplaudirla sin reservas-, sino en que la propia Junta debería aplicárselo. No paga ni en dos meses ni en cuatro ni en seis ni en ocho… si no que se lo pregunten a proveedores del Servicio Andaluz de Salud o a las universidades andaluzas por no hacer la lista de damnificados demasiado extensa.

Tomarle el pelo a los electores venezolanos es lo que está haciendo el tándem Maduro y Cabello -no sabemos si aconsejado por alguno de los consejeros áulicos que el régimen chavista tiene contratados, muchos de ellos con pasaporte español-, con la legislación en la que se sustenta la cada vez menos democrática democracia venezolana, donde se invade violentamente la Asamblea Nacional mientras celebra una sesión. Aquí esas manifestaciones se quedan, al menos por el momento, en las zonas aledañas al Congreso de los Diputados, lugar adonde esos pacíficos manifestantes están siendo convocados para la sesión, presumiblemente de investidura, de Mariano Rajoy.

A tomadura de pelo suenan también las declaraciones de un demócrata como Miguel Iceta que participa en una toma de decisión colectiva y no la acepta porque el resultado no coincide con sus planteamientos. Entonces pide que la decisión tomada en ese órgano sea consultada la militancia, algo que no hizo cuando el mismo órgano tomó  una decisión que cuadraba con sus deseos.

Todo esto por no entrar en el terreno de las tomaduras de pelo de quienes vulneran continuamente la ley -léase independentistas catalanes- con la falacia argumental de que sólo piden que la gente opine. No sólo incumplen la ley, sino que pretenden que sólo una parte se pronuncie sobre una cuestión que afecta a un colectivo mucho más amplio. Verdadera tomadura de pelo.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de octubre de 2016 en esta dirección)

Deje un comentario